04 septiembre 2006

Vértigo en San Francisco

Como todos los platós de cine, la ciudad de San Francisco puede desaparecer en cualquier momento. Situada en plena falla de San Andrés, en la que entrechocan las placas tectónicas del Pacífico y del norte de América, está siempre a la espera del catastrófico terremoto que acabará con el lugar más bullicioso y atractivo de la costa oeste de Estados Unidos. La cuenta atrás empezó hace una década: según los expertos, la falla provoca seísmos devastadores cada 140 años, y el último ocurrió en 1857.

Aunque así sucediera, San Francisco permanecerá en el recuerdo. La bahía, las calles en tobogán, el puente Golden Gate, la prisión de Alcatraz han sido filmados una y otra vez como si fueran inmensos y fascinantes estudios cinematográficos. Alfred Hitchcock rodó allí y en los alrededores una decena de películas -Rebeca, La sombra de una duda, Psicosis, Los pájaros- y sobre todo hizo de ella el escenario de Vértigo, una de las obras maestras de la historia del cine.

Vértigo es en gran medida un “travelogue”, una película que encierra el relato de un viaje en el que –ha escrito Eugenio Trías- el pasado de los protagonistas es transferido al pasado de la ciudad. También el presente. El mismo Hitchcock fue muy consciente de ello: para presentar el filme recorrió con 125 periodistas los lugares en los que se rodaron los exteriores entre el 30 de septiembre y el 15 de octubre de 1957.

Han pasado casi 50 años y San Francisco ha cambiado. Han desaparecido escenarios, otros se han transformado y algunos, como el campanario de la Misión de San Juan Bautista, nunca existieron, pues fueron decorados que el viejo Hitch montó en los estudios de la Paramount en Hollywood.

Sin embargo, la San Francisco esencial se encuentra en la cinta, y recorrer la ciudad rastreando la trama no sólo resultará pasatiempo maravilloso para cinéfilos fetichistas, sino una buena forma de conocerla todavía hoy. De hecho, se publican planos y guías sobre el itinerario que siguió la obsesiva pasión del ex policía Scottie por la misteriosa Madeleine, porque sitios históricos, monumentos, rincones, edificios y calles desfilan desde la primera a la última secuencia.

Como el Golden Gate, a cuyos pies se encuentra Fort Point, lugar donde Madeleine se tiró al agua para fingir que acababa con su vida en una de las escenas más recordadas de la historia del cine, aunque bien es cierto que los suicidas de San Francisco prefieren lanzarse desde los 80 metros de altura del puente: lo intentan unos siete al mes. En realidad, ni Kim Novak –que en la película era Madeleine y era Judy- se sumergió en las heladoras aguas de la bahía, pues lo hizo un doble, ni el chapuzón se grabó allí, porque se escenificó en estudio. Hitchcock aprovechó para eliminar las rocas que bordean el agua y construir escaleras falsas que facilitaran la zambullida de James Stewart –que era el ex policía Scottie- para salvarla. A pesar de ello, los amantes de la vida en San Francisco, que son legión, consideran poco recomendable imitar a una y otro: las rocas invitan a desnucarse, los remolinos arrastran sin remedio hacia el Pacífico y los tiburones acechan de vez en cuando.

Fort Point fue el primer asentamiento de los españoles, que construyeron una base militar en 1794 para vigilar la bahía. El actual edificio de ladrillo, de mediados del XIX, perteneció al ejército hasta hace unos años, aunque ahora forma parte del área recreativa que rodea el puente colgante más famoso del mundo, el Golden Gate. Hace mucho que ya no es el más largo, ni el más alto, ni siquiera el mayor de San Francisco, pero fue siempre el más filmado y sigue siendo uno de los más hermosos. Cruzarlo a pie a uña de caballo lleva algo menos de media hora, y en cualquier época del año se puede pasar del aire transparente a la tupida niebla, del viento racheado al reluciente sol, porque en San Francisco nada hay más voluble que el tiempo.

El Palacio de la Legión de Honor –donde Madeleine iba a contemplar el retrato de su bisabuela Carlota Valdés- es otro de los edificios característicos. Hay incluso quien lo considera un buen museo, aunque los amantes del arte habrán conocido muchos otros de mayor interés en casi cualquier sitio. Se creó en 1920 y está situado en el parque Lincoln. Exhibe moldes de esculturas de Rodin, algo de arte moderno y multitud de obras salidas de los talleres de maestros de verdad. A cambio, merece la pena observar el rostro de decepción de quienes preguntan a los vigilantes del museo por el retrato de Carlota, que pintó John Ferren expresamente para la película y que desapareció hace tiempo.

Ha ocurrido lo mismo con el viejo Hotel McKittrick, donde Madeleine se alojaba con el nombre de su bisabuela Carlota. Nunca existió como tal. Era una mansión victoriana de estilo gótico con 20 habitaciones que se encontraba en el número 1007 de la calle Gough. Se derribó en 1959, un par de años después del rodaje, y el lugar lo ocupan hoy las pistas de tenis de un anodino edificio de apartamentos.

En cambio, sí era real el Hotel Empire, donde Scottie terminará de transformar a la dependienta Judy Barton en la fallecida Madeleine en una de las escenas más memorables de la historia del cine. Para fascinación de cinéfilos, el Empire subsiste aún y es perfectamente reconocible en el 980 de la calle Sutter, aunque ahora se llame Hotel York. Cuando Judy se hospedaba en él era de medio pelo, así que fue rehabilitado poco después de la filmación de la película y sus precios están hoy lejos de lo que ganan las empleadas de grandes almacenes. Desapareció de la fachada el letrero de neón de color verde, pero la habitación de Judy fue recreada por Hitchcock en los estudios inspirándose en la 501 y 502. Ahora reciben el nombre de “Vertigo rooms” y mantienen semejanza con la de la película.

Scottie vivía en una casita de clase media. Se encontraba en el 900 de la calle Lombard, haciendo esquina con la calle Jones, a continuación de uno de los tramos más empinados y llenos de curvas -la velocidad máxima permitida es de 5 kilómetros por hora- de San Francisco. La casa, que en el momento del rodaje estaba recién construida, aún existe y es perfectamente reconocible, aunque ha cambiado el color de puerta y paredes y la entrada está semioculta por árboles y plantas. Un letrero advierte que se vigila a los merodeadores.

Vértigo es también un profundo viaje al pasado hispánico de San Francisco, punteado por el ritmo de habanera que Bernard Herrmann introdujo como leitmotiv en la magistral banda sonora. Madeleine visitará la tumba de su supuesta bisabuela Carlota en el cementerio de la Misión Dolores, situada en pleno casco urbano, en la esquina de las calles 16 y Dolores. Se encuentra igual en la actualidad, con sus refulgentes paredes blancas y el aspecto de un fantasmal edificio hispánico en tierras americanas, por algo es el monumento intacto más antiguo de la ciudad a pesar de que no está preparado para los seísmos. Fue una de las 21 misiones que el mallorquín fray Junípero Serra creó en California. La fundó en 1776, fecha que marca el nacimiento oficial de San Francisco. El techo de la iglesia se apoya sobre los primitivos troncos de secuoya, atados entre sí con cuero no curtido, y las tumbas del cementerio, que se utilizó hasta 1890, acoge nombres hispánicos, aunque la mayoría de las inscripciones correspondan a fallecidos durante la fiebre del oro. La sepultura de Carlota, que se mantuvo tras el rodaje de Vértigo, desapareció al cabo de un tiempo porque atraía a más turistas que la propia misión.

Será en otra antigua misión española, la de San Juan Bautista, donde se desplomará por dos veces el amor de Scottie. Madeleine simulará que se tira desde la torre de la iglesia y Judy caerá desde ella al vacío en el enloquecedor final de la película.

La Misión de San Juan Bautista fue fundada en 1797 a unos 150 kilómetros al sur de San Francisco. Permanece casi igual no sólo a como se muestra en Vértigo, sino a como era un siglo antes: la iglesia –que es la más grande de todas las misiones-, las rollizas arcadas, el césped de la plaza, y sin la alta torre que nunca existió. Tiene enfrente otros dos edificios intocados y que el espectador reconocerá de inmediato. Los antiguos establos con carruajes y caballos de plástico que en su momento fueron reales, pues San Juan Bautista era lugar de descanso obligado para quienes hacían la ruta de Los Ángeles a San Francisco, y el Plaza Hall, viejo salón de baile donde se celebrará el juicio tras el falso suicidio de Madeleine. Para quienes aman lo siniestro, la misión ofrece también una plácida vista de la falla de San Andrés.

Muchas más imágenes asaltarán por doquier al visitante de San Francisco. Los apartamentos Brocklebank –donde vivía Madeleine-, que se construyeron en 1924 en Nob Hill, colina desde la que los antiguos millonarios disfrutaban de las mejores vistas de la ciudad. Union Square, la plaza en torno a la que se concentran grandes almacenes, tiendas de ropa, hoteles y teatros, y por cuyas cercanías deambulaba Scottie y donde finalmente conocerá a Judy Barton. La librería Argosy, que se montó en estudio inspirándose en otra auténtica llamada Argonaut que hoy se encuentra en el 786 de la calle Sutter y cuyo interior todavía recuerda a la de Hitchcock.

Gavin Elster, espoleta de una trágica trama para deshacerse de su mujer, la auténtica Madeleine, huirá tras decirle a Scottie: “San Francisco ha cambiado. Las cosas que me encantan están desapareciendo rápidamente”. Este es también el vértigo que, a prueba de terremotos, Hitchcock retuvo para siempre.