13 mayo 2005

Comienzos memorables (2)

“En enero de 1984 me llegó de S. la noticia de que Paul Bereyter, que fuera mi maestro en la escuela primaria, había puesto fin a su vida en la noche del 30 de diciembre, es decir, una semana después de cumplir los setenta y cuatro años, tendiéndose en la vía del tren a las afueras de S., allí donde la línea férrea sale del bosquecillo de sauces describiendo una gran curva para ganar el campo abierto. El artículo necrológico publicado en la gaceta local, titulado “Duelo por un conciudadano querido”, que me habían adjuntado a la misiva, no hacía alusión alguna al hecho de que Paul Bereyter se hubiera quitado la vida por decisión propia u obedeciendo a un impulso autodestructivo irrefrenable, y no hablaba más que de los méritos del malogrado maestro de escuela, de las atenciones que prodigaba a sus alumnos, muy por encima de lo que era su obligación, de su amor por la música, de su rica fantasía y de otras cosas por el estilo. En un lacónico comentario, el artículo decía también que el Tercer Reich había privado a Paul Bereyter del ejercicio de su profesión de maestro. Esta constatación, tan fría y tan seca, junto con la forma trágica de su muerte, fueron la causa de que en el curso de los años siguientes me ocupara mentalmente cada vez más a menudo de Paul Bereyter, hasta que al final me propuse rastrear su historia, para mí desconocida, más allá de mis propios y muy entrañables recuerdos que guardaba de él.”

W. G. Sebald, Paul Bereyter (1993). Traducción de Teresa Ruiz Rosas