Vuelva a los clásicos
La noche de 9 al 10 de abril de 1992 el redactor jefe de cierre del diario El País decidió que el resultado de las elecciones británicas estaba claro: habían ganado los laboristas. Eran las dos de la mañana. Confeccionó el titular y el texto para la primera página y se fue a casa. Al día siguiente descubrió que el vencedor era el conservador John Major y que El País había sido probablemente el único periódico del mundo que se había equivocado. “Estoy acabado como periodista”, ha contado que se dijo a sí mismo.
Sin embargo, el Grupo fue generoso. Primero lo nombró director editorial de Alfaguara y posteriormente director de Comunicación de Santillana, y siempre hombre orquesta de los grupos Prisa y Santillana. Hasta el próximo martes. Porque al día siguiente, miércoles 1 de junio, se reincorporará al periódico como adjunto al director y con despacho propio.
Durante estos años ha sido pieza fundamental en el liderazgo intelectual de Prisa, que en el fondo constituye la clave sobre la que se apoya el éxito empresarial y la influencia social y política del Grupo. Hijo de camionero y analfabeta, hiperactivo –ayer mismo participó en tres actos públicos- y caótico, acusado de pelotas oficial de Juan Luis Cebrián por la redacción de El País, el periodista fracasado ha sido el responsable de atraer y pastorear a los Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Pérez Reverte, Javier Marías y tantos otros que son mucho más que meros adornos, porque el Grupo fue el primero en descubrir que en la sociedad de la información la cultura es uno de los negocios más rentables.
¿Qué ha pasado? Eso, justamente: el fracaso de María Luisa Blanco al frente de Babelia, el suplemento cultural del periódico; el caso Echeverría; la incapacidad del director adjunto Lluís Bassets para conectar con el mundo de la cultura; la aparición del nuevo suplemento cultural del diario ABC, a cuya frente está alguien con un perfil profesional y personal muy parecido al del periodista fracasado; y, en definitiva, el temor a que se resquebraje el entramado sobre el que se asienta el Grupo. En tiempos de turbación, vuelva a los clásicos.
Por cierto, nuestro clásico se llama Juan Cruz.
Sin embargo, el Grupo fue generoso. Primero lo nombró director editorial de Alfaguara y posteriormente director de Comunicación de Santillana, y siempre hombre orquesta de los grupos Prisa y Santillana. Hasta el próximo martes. Porque al día siguiente, miércoles 1 de junio, se reincorporará al periódico como adjunto al director y con despacho propio.
Durante estos años ha sido pieza fundamental en el liderazgo intelectual de Prisa, que en el fondo constituye la clave sobre la que se apoya el éxito empresarial y la influencia social y política del Grupo. Hijo de camionero y analfabeta, hiperactivo –ayer mismo participó en tres actos públicos- y caótico, acusado de pelotas oficial de Juan Luis Cebrián por la redacción de El País, el periodista fracasado ha sido el responsable de atraer y pastorear a los Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Pérez Reverte, Javier Marías y tantos otros que son mucho más que meros adornos, porque el Grupo fue el primero en descubrir que en la sociedad de la información la cultura es uno de los negocios más rentables.
¿Qué ha pasado? Eso, justamente: el fracaso de María Luisa Blanco al frente de Babelia, el suplemento cultural del periódico; el caso Echeverría; la incapacidad del director adjunto Lluís Bassets para conectar con el mundo de la cultura; la aparición del nuevo suplemento cultural del diario ABC, a cuya frente está alguien con un perfil profesional y personal muy parecido al del periodista fracasado; y, en definitiva, el temor a que se resquebraje el entramado sobre el que se asienta el Grupo. En tiempos de turbación, vuelva a los clásicos.
Por cierto, nuestro clásico se llama Juan Cruz.
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